La obesidad es una de las principales preocupaciones de salud pública en el mundo moderno. Este trastorno complejo y multifactorial no sólo afecta la apariencia física, sino que tiene profundas implicaciones para la salud general y la calidad de vida.
Debido al aumento de su prevalencia en las últimas décadas, la obesidad se ha convertido en una epidemia global, asociada con un mayor riesgo de enfermedades crónicas como la diabetes, las enfermedades cardíacas y ciertos tipos de cáncer.
Es por ello que en esta oportunidad queremos explorar en profundidad qué es la obesidad, a partir de cuántos kilos se considera, sus causas, cómo se diagnostica, los factores de riesgo, los diferentes tipos de obesidad, las diferencias entre sobrepeso y obesidad, y, lo más importante, cómo prevenirla para proteger la salud a largo plazo.
¿Qué es la obesidad?
La obesidad es una condición médica crónica que se caracteriza por una acumulación excesiva de grasa corporal, lo que puede tener efectos negativos en la salud general.
No se trata solo de una cuestión estética; la obesidad está asociada con un mayor riesgo de desarrollar una variedad de enfermedades, como la diabetes tipo 2, enfermedades cardíacas, hipertensión, ciertos tipos de cáncer y problemas respiratorios.
La obesidad se mide principalmente a través del Índice de Masa Corporal (IMC), que relaciona el peso de una persona con su altura.
¿A partir de cuántos kilos se considera obesidad?
Determinar la obesidad no depende directamente de un número específico de kilos, sino del IMC, una fórmula que divide el peso de una persona en kilogramos por su altura en metros al cuadrado (kg/m²).
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una persona es considerada obesa cuando su IMC es igual o superior a 30. Cabe destacar que existe una clasificación para ello que nos permite entenderlo de una manera más clara:
Clasificación del IMC
Peso normal: IMC de 18.5 a 24.9
Sobrepeso: IMC de 25 a 29.9
Obesidad: IMC de 30 o más
Por ejemplo, una persona que mide 1.70 metros y pesa 87 kg tendría un IMC de aproximadamente 30.1, lo que la clasificaría como obesa.
Causas de la obesidad
La obesidad es el resultado de una interacción compleja entre factores genéticos, metabólicos, ambientales, conductuales y psicológicos. Atribuirle la culpa solo a la comida es un error bastante frecuente entre las personas, ya que contrario a lo que se piensa se debe estudiar como un conjunto de factores entre los que se incluyen:
Consumo excesivo de calorías: la causa más directa de la obesidad es el desequilibrio entre la cantidad de calorías consumidas y las calorías gastadas. Una dieta rica en grasas, azúcares y alimentos procesados contribuye significativamente al aumento de peso.
Falta de actividad física: el estilo de vida sedentario es un factor importante en la obesidad. La falta de ejercicio reduce el gasto energético, lo que facilita el almacenamiento de calorías en forma de grasa.
Factores genéticos: la predisposición genética puede influir en la manera en que el cuerpo almacena grasa y cómo se metaboliza la energía. Sin embargo, la genética no es un destino fijo y su influencia puede ser modulada por el estilo de vida.
Factores psicológicos: el estrés, la ansiedad y la depresión pueden llevar a comportamientos alimenticios poco saludables, como comer en exceso o consumir alimentos ricos en calorías como mecanismo de afrontamiento.
Problemas médicos y medicamentos: algunas condiciones médicas como el hipotiroidismo, el síndrome de ovario poliquístico (SOP) y ciertos medicamentos (como los antidepresivos y esteroides) pueden contribuir al aumento de peso.
Factores socioeconómicos y culturales: la falta de acceso a alimentos saludables, la educación nutricional limitada y la influencia de la publicidad de alimentos poco saludables son factores que también contribuyen a la obesidad.
¿Cómo diagnosticar la obesidad?
El diagnóstico de la obesidad se basa principalmente en el IMC, pero también se consideran otros factores como la distribución de la grasa corporal y las posibles complicaciones de salud asociadas. Para un diagnóstico más completo, los médicos pueden realizar las siguientes evaluaciones:
Medición del IMC: es el método más común para diagnosticar la obesidad. Como se mencionó anteriormente, un IMC de 30 o más se considera obesidad.
Medición del perímetro de la cintura: este es un indicador importante del riesgo cardiovascular. Una medida de cintura superior a 88 cm en mujeres y 102 cm en hombres está asociada con un mayor riesgo de enfermedades relacionadas con la obesidad.
Evaluación del historial médico: se examinan factores como antecedentes familiares de obesidad, enfermedades relacionadas y medicamentos que el paciente esté tomando.
Pruebas de laboratorio: incluyen análisis de sangre para medir los niveles de glucosa, colesterol, triglicéridos y hormonas tiroideas, entre otros.
Evaluación de la composición corporal: técnicas como la absorciometría dual de rayos X (DEXA) o la bioimpedancia eléctrica pueden usarse para medir la cantidad de grasa corporal en comparación con la masa muscular.
¿Cuáles son los factores de riesgo para la obesidad?
Existen varios factores que aumentan el riesgo de desarrollar obesidad que se deben tomar en cuenta para la prevención de esta condición. Muchos piensan que el único factor de riesgo es la alimentación y el sedentarismo, pero estos son solo algunos de los múltiples factores que pueden llevar a la obesidad.
Genética: las personas con antecedentes familiares de obesidad tienen un mayor riesgo de ser obesas.
Edad: a medida que se envejece, se tiende a perder masa muscular, lo que disminuye el metabolismo y facilita el aumento de peso.
Estilo de vida sedentario: la falta de actividad física regular aumenta significativamente el riesgo de obesidad.
Dieta poco saludable: el consumo regular de alimentos ricos en calorías, grasas saturadas, azúcares añadidos y baja fibra aumenta el riesgo.
Factores psicológicos: estrés, ansiedad y depresión pueden llevar a hábitos alimenticios poco saludables, como el consumo excesivo de alimentos ricos en calorías.
Privación del sueño: la falta de sueño está asociada con alteraciones en las hormonas que regulan el apetito, lo que puede llevar a un aumento de peso.
Condiciones médicas: enfermedades como el hipotiroidismo y el síndrome de ovario poliquístico aumentan el riesgo de obesidad.
Factores socioeconómicos: la pobreza y la falta de acceso a alimentos saludables y educación nutricional son factores que contribuyen al riesgo de obesidad.
Tipos de obesidad
Contrario a lo que muchas personas piensan, existe más de un tipo de obesidad, los especialistas de la salud, de hecho, los clasifican para poder tratar a sus pacientes con planes especializados y focalizados de alimentación y ejercicio:
Obesidad generalizada: es una acumulación uniforme de grasa en todo el cuerpo. Es la forma más común y se mide principalmente a través del IMC.
Obesidad abdominal (Obesidad Central): se refiere a la acumulación de grasa en la región abdominal, lo que se asocia con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares. Se mide a través del perímetro de la cintura.
Obesidad visceral: este tipo se refiere a la acumulación de grasa alrededor de los órganos internos, como el hígado, los riñones y el páncreas. Es más peligrosa que la grasa subcutánea porque está directamente relacionada con un mayor riesgo de enfermedades metabólicas.
Obesidad ginoide: se caracteriza por la acumulación de grasa en la parte inferior del cuerpo, especialmente en las caderas, los muslos y las nalgas. Es más común en mujeres y se considera menos peligrosa que la obesidad visceral.
Obesidad tipo IMC: se clasifica en función del IMC en tres grados:
Grado 1: IMC de 30 a 34.9
Grado 2: IMC de 35 a 39.9
Grado 3 (Obesidad Mórbida): IMC de 40 o más
Diferencias entre obesidad y sobrepeso
Aunque el sobrepeso y la obesidad son términos que a menudo se usan de manera intercambiable, representan diferentes niveles de exceso de peso que las personas suelen confundir.
Sobrepeso: es un IMC de 25 a 29.9 . Las personas con sobrepeso tienen un exceso de peso corporal, pero no necesariamente un exceso de grasa corporal peligroso. Sin embargo, aún tienen un riesgo aumentado de desarrollar problemas de salud relacionados con el peso.
Obesidad: como se mencionó, un IMC de 30 o más define la obesidad. Este estado implica un exceso de grasa corporal que representa un riesgo significativo para la salud.
La principal diferencia entre ambos es el grado de exceso de peso y el riesgo asociado con enfermedades crónicas. La obesidad presenta un riesgo mucho mayor de problemas de salud graves en comparación con el sobrepeso.
¿Cómo prevenir la obesidad?
Prevenir la obesidad es fundamental para reducir el riesgo de enfermedades crónicas y mejorar la calidad de vida. Si buscas y quieres una vida más sana, te podemos dar algunos consejos que pueden llevarte a un mejor estándar en tu vida en cuanto a salud se refiere.
Mantener una dieta saludable: adoptar una dieta balanceada rica en frutas, verduras, granos enteros, proteínas magras y grasas saludables es esencial. Limitar el consumo de alimentos procesados, azúcares añadidos y grasas saturadas ayuda a prevenir el aumento de peso.
Realizar actividad física regular: el ejercicio regular es crucial para mantener un peso saludable. Se recomienda realizar al menos 150 minutos de actividad física moderada a la semana, como caminar, nadar o andar en bicicleta.
Monitorear el peso regularmente: mantener un control regular del peso corporal puede ayudar a detectar aumentos de peso tempranos y permitir la adopción de medidas correctivas a tiempo.
Fomentar hábitos de sueño saludables: dormir entre 7 y 8 horas por noche es importante para mantener un equilibrio hormonal que controle el apetito y el metabolismo.
Gestionar el estrés: técnicas como la meditación, el yoga y la terapia psicológica pueden ser útiles para manejar el estrés y evitar el comer emocional.
Educar sobre nutrición y salud: la educación es fundamental para la prevención de la obesidad. Es importante que las personas entiendan la relación entre la dieta, la actividad física y el peso corporal. Las campañas de salud pública y los programas educativos en escuelas y comunidades pueden desempeñar un papel crucial en la promoción de hábitos saludables desde una edad temprana.
Evitar las dietas extremas: las dietas de moda o extremadamente restrictivas pueden ser contraproducentes, llevando a ciclos de pérdida y ganancia de peso que pueden afectar el metabolismo y la salud general. Es mejor optar por cambios sostenibles en la dieta y el estilo de vida.
Promover un entorno saludable: los cambios a nivel comunitario y gubernamental, como mejorar el acceso a alimentos saludables y crear espacios seguros para la actividad física, son fundamentales para combatir la obesidad. Las políticas que apoyan el etiquetado claro de alimentos, la regulación de la publicidad de comida chatarra y la promoción de la actividad física en lugares de trabajo y escuelas son ejemplos de intervenciones efectivas.
Atención temprana: para aquellos con sobrepeso, es crucial tomar medidas para prevenir la progresión a la obesidad. Esto puede incluir el asesoramiento nutricional, programas de ejercicio y, en algunos casos, intervenciones médicas para controlar el peso.
Apoyo social y familiar: el apoyo de amigos y familiares es vital en la prevención de la obesidad. Crear un entorno de apoyo mutuo puede facilitar la adopción y el mantenimiento de hábitos saludables.
Evita el efecto rebote: el efecto rebote ocurre cuando decides no continuar con algún tratamiento para la obesidad, haciendo que no solo recuperes el peso inicial, sino que puedas subir aun más de peso. Mira el artículo que tenemos sobre el efecto rebote.
Enfócate en los pequeños cambios: la principal razón por la que muchas personas ganan peso es porque se imponen tratamientos demasiado radicales que solo frustran y terminan generando un efecto rebote. Lo mejor para evitar todos estos problemas es enfocarse en hacer pequeños hábitos que permitan cambios sostenibles a largo plazo.
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